The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

If you have objections or additions to the text, please contact the chief editor of the Memory of Nations. (michal.smid@ustrcr.cz)

Adinay Peña Díaz (* 1989)

Para qué tú vayas a discutir, vayas a hacer algo, si siempre vas a salir perdiendo con el régimen comunista

  • nació en 1989 en Trinidad, República de Cuba, pero originalmente proviene de un pueblo llamado Pitajones

  • su niñez vivió con sus padres y abuelos en la finca familiar

  • durante sus estudios de secundaria y preparatoria fue obligada participar en la escuela del campo, dónde recogía papas y, durante las noches estudiaba

  • al terminar su preparatoria, decidió estudiar Enfermería Pediátrica, sin embargo, no pudo terminar el quinto grado ya que fue expulsada por una ausencia injustificada

  • durante varios años trabajó en hospital y consultorios pediátricos, los cuales no fueron equipados correspondientemente, sin medicamentos o protección personal

  • por la situación crítica en el sector de salud causada por la falta de médicos y responsabilidades extendidas de las enfermeras sobre las embarazadas prefirió desempeñarse como estilista

  • es divorciada, reside con su hija pequeña en la ciudad Banao

Českojazyčná verze textu následuje po španělské verzi:

“Como enfermera tú no tienes derecho a nada. Siempre el régimen te busca una excusa, te buscan algo para hacer lo que ellos quieren. Y al final, para qué tú vayas a discutir, vayas a hacer algo, si siempre vas a salir perdiendo”, acerca Adinay Peña Díaz, exenfermera y madre soltera, las dificultades actuales de las enfermeras cubanas.

Niña del monte

Adinay nació en 1989 en la ciudad Trinidad en la República de Cuba. Cuando cumplió tres años, se mudó con sus padres a la finca de sus abuelos, a Pitajones, un pueblo rural ubicado en el monte. La casa que construyeron sus padres en el terreno de sus abuelos tenía techo de hojas de palma, piso de tierra y no tenía electricidad ni agua potable, como el resto de las casas en el pueblo y en su alrededor. El único contacto que tenía la familia con el mundo de afuera era por la radio que funcionaba con las baterías. En la finca se dedicaban a la crianza de vacas, a la siembra de maíz, plátanos y aguacates. Su padre y abuelo eran campesinos del estado: “No estoy segura cómo funcionaba esto, tener tu propia tierra y al mismo tiempo la tierra fue propiedad del estado”, comenta Adinay y agrega: “Vivir en el campo significa sacrificarse, sacrificar toda la vida para comer. Es muy duro”. Los padres de los niños del pueblo y de los pueblos vecindarios construyeron a su cuenta propia una escuela para sus hijos. “Escuela me quedaba lejos, caminaba dos kilómetros de ida y dos de regreso. Tuvimos a un maestro para todos los niños hasta el cuarto grado, éramos siete, ocho alumnos, nada más”, rememora. El sector público de salud tampoco funcionaba en su pueblo. Cuando alguien se enfermó, significó una complicación grave: “Para conseguir un paracetamol o traer a un doctor, o algo aún más irreal - transportarse al hospital, fue muy problemático”, comenta al respeto. La mamá de Adinay la envió a casa de su tía, que quedaba un poquito más cerca a la escuela: “Nunca entendí por qué me enviaron a casa de mi tía, en todos modos tenía que caminar lejos para la escuela, y aparte, me sentía muy incómoda, me daba pena pedir comida, casi no comía”, acota.

Escuela de campo

Al terminar el sexto grado, Adinay se mudó con su familia a una ciudad más grande, llamada Banao, sin embrago, tampoco se sentía a gusto. En un lado la hacía feliz el hecho de que pudo jugar con más niños, ya que en el monte creció prácticamente sola, pero en otro lado, la competitividad entre los niños la asustaba. “Hay personas que se creen siempre encima de otros. Los niños combatían quién tenía mejor zapato, mejor ropa, imagínate, nosotros vivíamos pobres…No encajaba,” rememora. La incomodidad se profundizó aún más, cuando el régimen comunista cubano enviaba a los niños a las “escuelas del campo”. Adinay fue obligada a participar en la cosecha de papas. En la escuela del campo los alumnos trabajan durante el día, para cumplir con las normas establecidas por el régimen. Adinay describe las condiciones de la vida en este lugar como catastróficas: “Y siempre nos estaban chequeando y trabajamos duro. Otra cosa era que nos llevaban en algunos carros, los carros así llenos de muchachos, te puedes imaginar…vaya, el camino era malísimo. Y pasamos muchísimo trabajo, y había que trabajar”, acerca. La comida tampoco era satisfactoria, Adinay menciona que en la mayoría comían solamente agua de chícharo con un pan o cereal. Los estudiantes regresaban a sus casas cada 15 días. Adinay se acuerda de una historia que se le quedó marcada en la memoria, cuando en el décimo grado se metió al albergue de las niñas un hombre: “Decían que fue drogado, borracho, se metió en la madrugada, tiró a una niña en el pasillo, todo el mundo estaba gritando, llorando. Al fina cogieron a ese hombre, pero ya una muchacha se quedó sin vida”. Ni sus estudios de preparatoria, los cuales pasó en un seminternado, vivió con seguridad y tranquilidad: “La gente de la calle se metía por los huecos de los tabiques, a nuestro alberque, tenía un poco de miedo. Entre un grupo de amiguitas nos cuidábamos las cosas, nos cuidábamos entre nosotras, pero siempre tú tenías una amiguita más cercana, con la que tú compartías todo”, describe cómo se protegían las alumnas entre ellas mismas durante la estadía en el internado.

Enfermeras en Cuba

Al terminar la preparatoria, Adinay decidió estudiar enfermería. Obtuvo una beca para atender al Politécnico de Enfermería en la ciudad Sancti Spiritus, con especialidad en pediatría. Adinay logró terminar cuatro grados de cinco en total, ya que por una falta de guardia le iban a aplicar dos medidas de penalización, lo que la molestó y Adinay pidió baja: “Me dijeron que me iban a quitar un porciento de mi salario. Desde el segundo año estuve trabajando también, mientras estudiaba. Además, me iban a cambiar de la sala. No quise aceptar esas medidas, entonces pedí la baja, pero pedir la baja se podía solo con una falta injustificada, entonces me fui a mi casa. Me expulsaron por falta injustificada”, explica Adinay terminación de sus estudios. Mientras Adinay buscaba empleo, se desempeñó como estilista de uñas. No tenía suficientes oportunidades, ya que había salido de escuela antes de graduarse. Al final empezó a trabajar en un consultorio pediátrico, del cual la corrieron después de dos meses, por la regla de que las “técnicas” sin licencia no eran permitidas trabajar en un consultorio. La traspasaron a la escuela de enfermeras, dónde laboraba 24 horas consecutivas, seguidas por tres días de descanso, hasta que después de dos años decidió tener hijos. Cuando nació su hija, pidió tres meses sin sueldo para cuidarla. Al terminar los tres meses, finalmente obtuvo su licencia de enfermera y empezó como enfermera ayudante en un consultorio, laborando dos días a la semana. Aunque estaba contenta con su empleo, a las condiciones laborales de las enfermeras describe como insatisfactorias: “Para enfermeras no hubo nada, ni cesto en el baño, tuvimos que pedirlo en el hospital, pero nunca llegó. Estuvimos batallando con todo. Cuando llovía, se humedecía el consultorio completo. Cobraba 700 y pico de pesos cubanos por mes”, comenta. Las responsabilidades de las enfermeras son infinitas según Adinay, diario tenía que atender a las embarazadas o a los niños menores de un año, viajando para ver a los pacientes, sin equipo médico correspondiente y sin medicinas, lo que empeoró todavía más durante la pandemia de coronavirus[1] en 2020. Al motivo de su salida del sector de salud agrega también las responsabilidades sobre los pacientes, ya que en Cuba no se encuentran suficientes pediatras y las responsabilidades caen sobre los hombros de las enfermeras.

Dinero perdió su valor

Hoy en día Adinay se desempeña como peluquera, ya que las mencionadas responsabilidades sobre el estado de salud de los pacientes pesaban a Adinay - las mujeres embarazadas no podían abandonar a sus empleos y hacer caso a las recomendaciones de Adinay, pero tenían que seguir trabajando para mantener a sus familias. Además, Adinay comenta sus desacuerdos con el régimen comunista: “Siempre te buscan una excusa, te buscan algo para hacer lo que ellos quieren. Y al final, para que tú vayas a discutir, vayas a hacer algo, si siempre vas a salir perdiendo”. Actualmente vive con su hija en la ciudad Banao. Con su expareja construyó una casita en el campo, dónde criaban gallinas y otros animales, antes del nacimiento de su hija. “Después de divorcio vendimos la casita, para poder venir a la ciudad y mi hija podría pasar sus estudios prescolares aquí. Pero por el cambio de precios hoy en día no podemos conseguir una casa con el mismo dinero. Ni con el dinero americano. La vendimos por 40 mil pesos y la tierra por 50 mil pesos. Antes se pudo conseguir una buena casa por 90 mil, pero de momento no se puede, cuesta más de 250 mil pesos una casa así”, describe motivo por el cual vive con su hija en una casa prestada por su tía. “Es difícil, todo es caro, no hay nada. Apenas llevo desayuno a mi hija a escuela, mis padres le mandan fruta o algo de verdura”, agradece y así concluye su testimonio sobre la vida de una madre común en Cuba.

 

[1] En marzo 2020 la Organización Mundial de la Salud anunció pandemia mundial de COVID – 19. Más información aquí: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019?gclid=EAIaIQobChMIt4Obzszf6QIVTtbACh2RrAPCEAAYASAAEgLsd_D_BwE

 

Česká verze:

„Jako zdravotní sestra nemůžete na Kubě vůbec nic požadovat. Režim vždycky přijde s nějakou záminkou, vynaleznou vám něco, aby vás přinutili dělat to, co chtějí oni. A nakonec k čemu se s nimi dohadovat nebo cokoli dělat, nemáte šanci vyhrát,“ vysvětluje Adinay Peña Díaz, bývalá zdravotní sestra a svobodná matka, současné potíže kubánských zdravotních sester.

Děvče z hor

Adinay Peña se narodila v roce 1989 ve městě Trinidad v Kubánské republice. Ve svých třech letech se spolu s rodiči přestěhovala na statek svých prarodičů do Pitajones, venkovského městečka v horské oblasti. Dům, který její rodiče vystavěli na pozemku jejích prarodičů, měl střechu z palmových listů, podlahu z udusané hlíny a stejně jako ve všech ostatních domech ve vesnici a v okolí tam nebyla elektřina ani pitná voda. Veškerý kontakt, jejž rodina udržovala s okolním světem, byl prostřednictvím radiopřijímače na baterie. Na statku se věnovali chovu krav, setí kukuřice a pěstování banánů a avokád. Její otec spolu s dědečkem byli „státními“ zemědělci: „Už si přesně nepamatuju, jak to fungovalo, měli svůj pozemek, který ale zároveň patřil státu,“ vypráví Adinay a doplňuje: „Žít na venkově znamená obětovat se, v podstatě obětujete celý svůj život, jen abyste měli co jíst. Je to velice tvrdé živobytí.“ Rodiče dětí z vesnice a ze sousedních vesnic si sami postavili pro své děti školu. „Školu jsem měla daleko, musela jsem jít dva kilometry tam a dva zpátky. Byl tam jeden učitel pro všechny děti až do čtvrté třídy, bylo nás celkem asi jen sedm nebo osm žáků,“ vzpomíná. Zdravotní služby nefungovaly ani v její vesnici. Pokud někdo onemocněl, znamenalo to vážnou komplikaci: „Sehnat paracetamol, přivést na místo lékaře, natož dopravit nemocného do nemocnice bylo nesmírně obtížné,“ popisuje místní podmínky. Matka poslala Adinay k tetě, která žila o něco blíž ke škole: „Nikdy jsem nepochopila, proč mě poslali k tetě, tak jako tak jsem musela chodit pěšky do školy, která byla daleko, a kromě toho to byla dost nekomfortní situace, bylo mi stydno prosit ji o jídlo, skoro nic jsem nejedla,“ okomentovává.

Venkovská škola

Po dokončení šesté třídy se Adinay spolu s rodinou přestěhovala do většího města, Banao, ani tam však nebyla šťastná. Na jednu stranu měla radost, že si může hrát s více dětmi, protože v horách vyrůstala v podstatě sama, ale na druhou stranu ji soutěživost mezi dětmi děsila: „Existují lidé, kteří si vždycky budou myslet, že jsou něco víc než ostatní. Děti se praly o to, kdo má nejlepší boty, nejlepší oblečení, jen si to představte, my jsme byli chudí… já jsem mezi ně nezapadala,“ vybavuje si. Diskomfort celé situace pro dále vzrostl, kdy začal komunistický režim posílat děti do takzvaných venkovských škol. Adinay tak byla donucena podílet se na sklizni brambor. Na venkovské škole žáci po celý den tvrdě pracují, aby splnili kvóty stanovené režimem. Adinay popisuje životní podmínky na onom místě jako příšerné: „Navíc nás neustále kontrolovali, jestli se neflákáme. Další věc byla, že nás tam vozili v několika autech, v nich byla spousta kluků, a… no to už si představíte sami, cesta byla vždycky hrozná. Pracovali jsem hrozně moc, nic jiného nám ani nezbývalo,“ uvádí. Ani jídlo nestálo za nic – Adinay zmiňuje, že většinou měli tak akorát vodu z fazolí [RS1] s chlebem nebo nějakou obilninou. Studenti se vraceli domů každé dva týdny. Adinay si vybavuje jednu historku, která se jí vryla do paměti, když v desáté třídě vtrhl do dívčí ubytovny muž: „Podle všeho byl opilý, zdrogovaný, vlezl dovnitř nad ránem a jednu z dívek odtáhl do chodby, všechny jsme křičely a plakaly. Nakonec ho dopadli, ale ta dívka to nepřežila.“ Ani během přípravných studií na univerzitu, která strávila na částečném internátu, neměla klid a necítila se v bezpečí: „Lidé z ulice skrz otvory ve stěnách ubytovny lezli dovnitř, docela jsem se bála. S kamarádkami jsme si navzájem hlídaly věci a dávaly na sebe pozor, ale jako vždycky jsme každá měla svoji nejlepší kamarádku, se kterou jsme si říkaly všechno,“ popisuje, jak si jako studentky během pobytu na internátu poskytovaly vzájemnou podporu.

 

Zdravotní sestry na Kubě

Po skončení přípravného studia se Adinay rozhodla pokračovat ve studiích na zdravotní sestru. Získala stipendium, aby mohla docházet na Polytechnický ústav zdravotní péče ve městě Sancti Spiritus a studovat obor pediatrie. Adinay se podařilo dokončit čtyři z celkových pěti ročníků, protože kvůli nedostatku personálu na pohotovosti vůči ní chtěli uplatnit dvě z penalizačních opatření, což jí vadilo, a proto požádala o propuštění: „Řekli mi, že mi strhnou jedno procento z platu. Od druhého ročníku jsem kromě studia také pracovala. Navíc jsem měla být i na jiném sále. S těmi opatřeními jsem nesouhlasila, a proto jsem požádala o propuštění, jenomže nic takového neexistovalo, jenom neodůvodněná absence, a tak jsem šla domů. Vyloučili mě tak pro neodůvodněnou absenci,“ vysvětluje Adinay, jak musela ze studií odejít. Zatímco si hledala práci, vydělávala si jako manikérka. Vzhledem k tomu, že jsem odešla ze školy, aniž bych dokončila studium, neměla jsem kdovíjaké možnosti. Nakonec začala pracovat v pediatrické ordinaci, odkud ji po dvou měsících vyhodili kvůli pravidlu, podle kterého „odborný personál“ bez příslušné licence nesmí v lékařské ordinaci pracovat. Přeřadili ji na školu pro zdravotní sestry, kde pracovala 24 hodin v kuse, po kterých následovaly vždy tři dny odpočinku, až se po dvou letech rozhodla mít děti. Když se jí narodila holčička, požádala o tři měsíce neplaceného volna, aby se o ni mohla starat. Po těchto třech měsících konečně získala licenci zdravotní sestry a začala pracovat v jedné ordinaci jako pomocná zdravotní sestra, kam docházela dva dny v týdnu. Přestože byla se svou prací spokojená, pracovní podmínky sester popisuje jako neuspokojivé: „Pro sestry tam nebylo vůbec nic, ani odpadkový koš v koupelně – musely jsme o něj požádat v nemocnici, ale nikdy nedorazil. Se vším jsme hrozně zápasily. Když pršelo, celá ordinace navlhla. Brala jsem něco málo přes 700 kubánských pesos měsíčně,“ vypráví. Odpovědnost zdravotních sester podle Adinay nezná mezí: každý den se musela postarat o těhotné ženy nebo o děti, kterým byl méně než jeden rok, a kromě toho se také přemisťovat za pacienty bez příslušného lékařského vybavení a bez léčiv. Situace se ještě zhoršila během koronavirové pandemie[1] v roce 2020. K důvodům svého odchodu ze zdravotnictví přidává i odpovědnost vůči pacientům, protože na Kubě je pediatrů nedostatek, a veškerá odpovědnost tak dopadá na bedra zdravotních sester.

Peníze ztratily svoji hodnotu

V současnosti se Adinay živí jako kadeřnice, protože již popisovaná odpovědnost za zdravotní stav pacientů znamenal pro Adinay značnou zátěž – těhotné ženy nemohly jen tak odejít ze zaměstnání a následovat Adinayina doporučení, nýbrž musely pracovat, aby uživily rodinu. Adinay uvádí i své výhrady vůči komunistickému režimu: „Vždycky přijdou s nějakou záminkou, vynaleznou vám něco, aby vás přinutili dělat to, co chtějí oni. A k čemu se s nimi nakonec budete dohadovat nebo cokoli dělat – v komunistickém zřízení nemáte šanci vyhrát V současnosti žije se svojí malou dcerou ve městě Banao. Se svým bývalým partnerem postavila domek na venkově, kde chovali slepice a další zvěř, než se jí narodila holčička. „Po rozvodu jsme domek prodali, abychom mohli odejít do města a moje dcera tady mohla chodit do školky. Kvůli tomu, jak se změnily ceny, teď ale nemáme šanci za stejné peníze sehnat dům. A to ani za dolary. Dům jsme prodali za 40 tisíc pesos a pozemek za 50 tisíc pesos. Dřív bylo možné sehnat slušný dům za 90 tisíc, ale teď už to nejde, podobný dům by stál víc než 250 tisíc pesos,“ vysvětluje důvod, proč žije v domě, který jí k bydlení propůjčila [RS2] její teta. „Je to těžké, všechno je drahé a nikdy nic není k sehnání. Já dceři nosím do školy akorát snídani, moji rodiče jí posílají trochu ovoce nebo zeleniny,“ zmiňuje s vděkem, a tímto uzavírá své svědectví o tom, jak vypadá život matky na Kubě.

 

[1] V březnu 2020 Světová zdravotnická organizace vyhlásila pandemii viru COVID-19. Více informací najdete zde: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019?gclid=EAIaIQobChMIt4Obzszf6QIVTtbACh2RrAPCEAAYASAAEgLsd_D_BwE

 [RS1]“de chícharo” – nebo cizrny, ale spíš to budou fazole

 [RS2]casa prestada – není jasné, jestli platila nájem, nebo jí teta skutečně dům poskytla, aby tam bydlela – dala jsem propůjčila, což může být obojí

© Všechna práva vycházejí z práv projektu: Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation

  • Witness story in project Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation (Iva Fričová)