“Sí, sí, pero que también habían hecho un inventario por Vicente, fíjate tú duplicidad de inventario para ver si yo en ese ínterin o había vendido algo, porque también había la particularidad de cosas que hubieras quitado, las tenías que reponer. Una anécdota que a mí me llamó muchísimo la atención: el día antes de salir de Cuba tuve que ir con mi aparato de teléfono a la compañía de teléfonos a entregar el aparato de teléfono. Entonces me hicieron el me hicieron otra vez el reinventario para ver si lo tenía todo en orden. Todo estaba en orden, entonces el día anterior también del de la salida de Cuba, tuve que ir ya con el equipaje al aeropuerto, a la requisa que nos hacían a todos los que viajábamos al día siguiente, pero ya ese equipaje ya no regresaba conmigo, lo tenían allí hacia el otro día. Otra cosa: cuando Vicente empezó a trabajar, yo estaba cuando Vicente llegó a España. Lo primero que hizo fue un poder para si me salía la salida y me llegaba la salida, que yo tuviera un poder de él que podía sacar las niñas también de Cuba. Entonces era esto para poder salirla por Anabel, Cecilia y un tercero posible que nazca porque en María Eugenia no había nacido. ¿Qué pasa? Que nace María Eugenia, y ese ese poder no me sirvió para nada porque el posible tercero que nazca tenía que tener nombre. Y entonces Vicente me tuvo que volver a hacer otro poder extensivo, Anabel (Ana Isabel), Cecilia y María Eugenia. Y ese tercer posible que nazca ya nació y se llama María Eugenia. Y cuando yo entregué mi equipaje en el aeropuerto, y el poder ‘aquí lo tienen’ y lo leyeron efectivamente, entonces vale, bueno, pues eso fue el día 30, fue todo esto. El 31 el vuelo salía sobre las 11:00 horas o las 12 del día. Por ahí yo tuve que estar en el aeropuerto con las tres niñas como las tres de la madrugada. Llegó el momento ya que pensábamos que ya. No me mandaron por Iberia, me mandaron por Cubana de Aviación, que el vuelo de Iberia era 8 horas y el de Cubana de Aviación fueron 17 horas, y cuando ya casi ya íbamos a salir de aquello que le llamaban la pecera porque era todo de cristal, viene un miliciano o un militar, ya ni me acuerdo bien: ‘A los que nombre a este lado y a los que no nombre al otro lado’. Entonces me nombran, Anabel y a Cecilia y yo que Marigé no tenía derecho a porque era 14 meses, no tenía derecho a asiento. Yo tuve que pagar por Marigé, creo que un octavo del pasaje o algo de esto, pero a Anabel y Cecilia las dejaban en tierra porque había una Delegación del Gobierno que iban a Praga, a Checoslovaquia, vía España, y necesitaban asientos libres. Pero lo hicieron así al albedrío, al libre albedrío, Anabel iba a cumplir 7 años y Cecilia iba a cumplir 3 años. Me la dejaban en tierra porque había que dar asientos a los de la delegación cubana. Entonces yo ahí me puse muy nerviosa, yo nunca en todo este proceso, nunca perdí la paz porque yo estaba segura de lo que yo quería de hacer en el en mi vida. Y como estaba, con apoyo y muchas cosas que debo agradecer a Dios, sobre todo, yo ahí sí es verdad que dije: no, si mis hijas no viajan, yo tampoco viajo. Entonces un señor de Iberia que estaba allí, que era amigo nuestro, me dijo: ‘Cálmate, cálmate, que esto puede tener un posible arreglo’. Digo yo me quedo, yo renuncio a otro más de la delegación, pero yo no dejo a mis hijas por detrás y al final. Un matrimonio que yo conocía también que iba, que iban a viajar en el vuelo conmigo, los dejaron en tierra a ellos y entonces hubo asientos para Anabel y para Cecilia. Dieciocho horas de vuelo, yo no sé, no sé cuántas fueron. Y así llegué a Madrid y lo primero que le dije a mi marido, tenía a Marigé en brazos y lo primero que le dije, aquí tienes a tu hija. Y bueno, la conoció, es que no la conocía.”