Ángel Cuadra

* 1931

  • Lo más humillante en la prisión es el maltrato que algunos de los carceleros tienen cuando les dan la orden determinada. Lo más humillante es lo que sufrieron los que fueron a la Isla de Pinos, que yo compartí con ellos después, y me sé toda la cosa porque me integré en el grupo aquel y he compartido todas las cosas con ellos. Y aquello fue lo más humillante, cuando les tiraban en los lugares por donde iban las aguas de los servicios. Lo humillante es que cuando sales a visita, te desnudas, tienes que presentarte desnudo, es una de las cosas humillantes que existen. Y después no por los golpes, porque eso uno lo asimila, y lo asimilaron los que sufrieron mayor rigor en la cárcel de Isla de Pinos que yo me unía a ellos, repito. Eso más o menos se tiene como una señal de orgullo, como un golpe que recibí acá en la parte de la oreja que me tachó, pero fue una vez solamente. Otros compañeros que vinieron de la Isla de Pinos, como conté, tenían las huellas de las heridas, porque les obligaron a trabajar pinchándoles con las bayonetas.

  • Y después cuando uno sale a la calle, es una experiencia prácticamente inexplicable. Es volver a un mundo que es tu país, pero que no es tu país. No es que tú lo dejaste donde está, es otro nuevo que tienes que adaptarlo. Que todo ha cambiado: los nombres de las calles, las rutas de los ómnibus, eran otros ómnibus. No he podido orientarme en mi propia ciudad.

  • Y muchas noches escuchábamos cuando llevaban a un individuo, en el carrito que le llevaba, les daban las voces de mando, preparen, apunten, y antes de que llegara el fuego, oíamos gritar al individuo: ¡Viva Cuba libre! ¡Viva Cristo Rey! Es una experiencia tremenda. Es terrible en la noche escucharla. A veces era un compañero de uno que había salido para el juicio y no regresaba.

  • Un día, una madrugada, como a las cuatro de la mañana, rodearon de policías toda la manzana. A las cuatro de la mañana golpes despertaron a mis padres. Y allí me prendieron con pistolas en las manos y me llevaron para la Seguridad de Estado. La Seguridad de Estado es un mundo increíble, realmente parece un infierno. Nos recuerda el libro “1984” de George Orwell. Me encerraron en una celda que no sabíamos cuando era de día, cuando era de noche, en la que había una pequeña abertura arriba, que venía el soldado a darle alguna comida. Pero no teníamos contacto con el mundo, pues totalmente aislados. Allí me tuvieron dos meses. El problema es que cuando me entrevistaban, yo discutía con el entrevistador. Esas noches me ponían la temperatura helada de la celda que era imposible, no tenía con que taparme.

  • “Fui sometido a un proceso que realmente los que han vivido en los países en que ha habido regímenes totalitarios, ya sea fundamentalmente el comunismo, y también el nacismo, lo conocen bien. Me echaron 15 años de condena. En la prisión seguí escribiendo. En la prisión, con muchas dificultades, porque era muy difícil sacar la cosa que uno escribía, sacarlas clandestinamente de la cárcel. Pero ahí entonces, yo estaba con el grupo de los plantados, o sea, los presos que se habían abnegado a ningún tipo de actitud comprometida con el régimen. Y nos quedamos en contra todo proceso, pero allí en la cárcel seguía la actividad. El proceso fue tan interesante que muchos hombres que nunca habían pensado ni en pintar un cuadro, ni escribir un poema, en la cárcel, como una forma de canalización de la angustia, empezaron a escribir. Y se hicieron poetas. Aunque dicen que no se hace poeta, que se nace poeta. Pero realmente, como dicen los psicólogos, para canalizar la angustia y la soledad, y la represión, era muy represivo el régimen, pues muchos empezaron a escribir poesía. Muchos que después habían descubierto dentro de sí una posibilidad, o sea una sensibilidad que no conocían, y siguieron escribiendo después que les pasó aquel estímulo de estar preso.”

  • “He explicado que nosotros escribíamos en la prisión y que yo nunca dejé de escribir y sacar las cosas mías fuera de la prisión. Un poema que yo admiro mucho y que yo quiero mucho, ya que puse en él todo mi corazón, fue el poema que escribí en la memoria de Jan Palach, ese joven estudiante que se dio cancela en la plaza de San Wenceslao, en protesta contra los tanques soviéticos en la República Checoslovaca de aquel momento. Entonces, yo había leído en una revista de la actitud de Jan Palach. Era un joven estudiante que sintió la ofensa de que un país extranjero fuera a dictarle pautas y a amarrar a su pueblo. Lo veía como el símbolo de su pueblo, como que él entendió que el sacrificio suyo merecía la pena para contrarrestar históricamente lo que significaba la agresión soviética a aquel país. Me conmovió al extremo tal que nosotros que cuando nos dejaban más tranquilos las autoridades y no nos torturaban en esos días, nos reuníamos en la celda mía, en las celdas de la cárcel de Guanajay, y hacíamos algunos estudios entre nosotros. Y se nos ocurrió un día hacer un poema cada uno, éramos cinco poetas presos, y a mí se me ocurrió escribir algo sobre Jan Palach. Y ahí lo estrenamos en la celda mía. He traído conmigo el libro, el folleto con el poema de Jan Palach, que es el Réquem violento por Jan Palach. Y aquí dice: Un poema histórico del joven checoslovaco que se suicidó en protesta por la invasión soviética a su patria. El poema es largo, yo lo entiendo como uno de lo mejor que yo pude haber escrito. Tuve la suerte de poder sacarlo desde la cárcel, y poder reproducirlo, y enviarlo después, traducido al inglés a las manos de Václav Havel.”

  • “Simpatizábamos al principio con la Revolución cuando entendíamos que la Revolución no era lo que después derivó. No era una actitud comunista, era sencillamente un retorno a la institucionalidad, a reponer la Constitución de 1940, o sea, volver al estatus político que existía antes. Cuando triunfa la Revolución o la insurrección, y que nos sentimos defraudados, porque aquello derivó por un camino que no teníamos que hacer, pues entonces me puse en contra de aquel proceso y formé parte de un grupo, como le decían, contrarrevolucionario, que realmente creemos que sí era revolucionario, que los contrarrevolucionarios eran los que había junto con Fidel Castro usurpando el poder y derivando aquel proceso por un camino que no se planeó y que nunca se ofreció. En esa actividad, sobre todo, tuve a mi cargo pertenecer al grupo político de Unidad Nacional Revolucionaria, con las siglas de UNaRe. Allí estuve fundamentalmente dirigiendo un pámfleto, una hoja clandestina que se llamó Cuba Democrática, en contraaresto a la Cuba Socialista. Bueno, ahí tuvimos hombres fusilados, eran cuatro individuos nuestros, yo no tenía que tomar parte en la cosa de acción, sino de dirección ideológica, y de difusión por la hoja semanal que hacíamos nosotros. Eso me llevó a que no quise irme del país, me consiguieron el asilo en la embajada de Uruguay, y yo entendí que ya tenía el compromiso con los otros hermanos nuestros que estaban en la cárcel o que los habían matado, y rechacé aquella oferta que me quería dar una señora magnífica, la Dra. Esperanza Peña que me había conseguido aquel asilo en la embajada de Perú [sic] en La Habana. Pero yo no quise, me quedé hasta la última circunstancia. Y la última circunstancia fue que detuvieron.”

  • “Después Castro, con la habilidad, tiene la suerte de que mueren los principales líderes de los otros grupos, y se queda prácticamente él con mucha habilidad, pero además se queda él con las vinculaciones que no conocíamos, con la Internacional Comunista. Cuando nos dimos cuenta, ya era tarde. Pero antes estábamos de acuerdo, y pensábamos que como un líder más, merecía la pena seguirlo. Después nos dimos cuenta, según fue avanzando el proceso, que tenía ambiciones de dictador muy grande, que era realmente simpatizante de los totalitarismos, que era un admirador de Adolfo Hitler, que era un admirador de Benito Mussolini y de Stalin. Y que realmente, era el extirpe de esos dictadores, y por eso es que, desencantado de los Castro, yo tenía tres posibilidades. O me quedaba en Cuba, disfrutando, como muchas personas, de los beneficios que podía tener, porque yo tenía un cargo de abogado de un organismo, me iba del país, y no quería marcharme, porque quería seguir el destino de mi pueblo… O me quedaba luchando, o me iba del país, era lo que tenía que hacer, o sencillamente me integraba al régimen.”

  • Full recordings
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    Miami, Florida, USA, 15.04.2018

    (audio)
    duration: 01:33:48
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La mejor forma de someter a un individuo es hacerlo dependiente de los regalos

Ángel Cuadra durante la grabación en Miami, 2018
Ángel Cuadra durante la grabación en Miami, 2018
photo: Post Bellum

Ángel Cuadra nació en 1931 en La Habana. Viene de una familia modesta. Estudió en la Universidad de La Habana y fue opositor ya contra el régimen de Fulgencio Batista. Destaca la influencia de su madre, que era miembro del Partido Revolucionario Cubano Auténtico. En 1957 fue uno de los fundadores del Grupo Literario Renuevo. Después de haberse graduado en Derecho ejerció la profesión de abogado hasta 1967. Decepcionado con el rumbo que tomó la Revolución de Fidel Castro, formó parte de una revista en contra del Gobierno castrista. Cuando empezaron a realizarse las primeras acciones de persecución contra su persona, rechazó la oferta de asilo de la Embajada de Uruguay. En 1967 fue detenido, acusado de conspirar contra el régimen, y encarcelado durante 15 años. En la prisión se dedicaba a la publicación clandestina de textos literarios de presos políticos. Fue nombrado miembro de honor del PEN Club de Suecia, y su caso se hizo famoso en el extranjero. Gracias a ello, en 1981 fue elegido preso de conciencia del mes de marzo. Cuando fue puesto en libertad, viajó a Suecia y Alemania, los países que más habían abogado por su libertad. En 1985 emigró a Estados Unidos, donde se reunió con su familia. Se graduó en Letras Hispánicas en la Universidad de la Florida y allí trabajó como profesor de Lenguas Modernas. Recibió varios premios de poesía y sus poemas han sido traducidos a varias lenguas.