The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

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Andrés Reynaldo (* 1953)

Lo único que lamento es no haberme ido antes

  • nació el 8 de abril de 1953 en la provincia de Las Villas.

  • varios de sus familiares fueron perseguidos por las autoridades revolucionarias.

  • su juventud estuvo marcada por la represión y la falta de acceso a bienes intelectuales.

  • en 1980 decidió abandonar la isla por el puerto Mariel.

  • después de la primera etapa de adaptación en Estados Unidos se fue a vivir a Puerto Rico, donde empezó a trabajar en medios de comunicación.

  • al volver a Estados Unidos trabajó para periódicos importantes como El Miami Herald y la revista People.

  • en la actualidad trabaja en la televisión y escribe poesía. No piensa en volver a Cuba hasta que se produzca un cambio.

Andrés Reynaldo nació el 8 de abril de 1953 en la provincia de Las Villas. Sus padres eran campesinos y se fueron a vivir a La Habana cuando él tenía dos años. “La Revolución cubana llega a mi casa el 8 de enero de 1959 de una manera que nunca olvido. El día de los Reyes Magos es el 6 de enero, pero había una huelga general en Cuba y mis padres no pudieron ir a comprar los juguetes. Entonces me dejaron una carta que decía que me había portado muy bien y que merecía todos los juguetes que había pedido, pero que tenía que esperar un poco. La carta estaba firmada por Melchor, Gaspar y Baltasar, pero yo, aunque era un niño de seis años, reconocí inmediatamente la letra de mi padre. Entonces, desde que llegó la Revolución lo primero que perdí fueron los Reyes Magos”. La familia de Andrés Reynaldo fue afectada directamente por el cambio de régimen. Uno de sus tíos, quien era soldado del ejército cubano, fue fusilado sin juicio previo por haber sido considerado peligroso. “Era un hombre que no tenía cargos ni crímenes. Era simplemente un soldado de carrera. Por alguna razón, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos decidieron que había que fusilarlo. En mi casa se hablaba mucho del hecho de que mi abuelo materno tuviera que ir al lugar donde lo fusilaron y cavar la propia tumba de mi tío”. Todavía en enero de 1959 uno de los hermanos de su padre se exilió de Cuba.

“La F era de Fidel, la R era de revolución”

Desde muy pequeño, Andrés Reynaldo se empezó a dar cuenta de lo que significaba el triunfo de la Revolución debido a todo lo que transcurría en las instituciones educativas. “La escuela fue nacionalizada en el año 1961 y con el nuevo proyecto de educación vino el adoctrinamiento intensivo. O sea, la F era de Fidel, la R era de revolución. Las primeras clases que habíamos tenido  —la ‘M’ de mamá, la ‘P’ de papá— todo eso desapareció”. Otro aspecto que le daba pistas sobre lo que estaba pasando era el deterioro de la ciudad y de la forma de vida. “Mi familia vivía en el campo y el campo estaba muy afectado. Les robaban las tierras, les impedían comercializar sus productos. En fin, fue un proceso de socialización muy rápido, muy violento y de mucha represión”. Su padre se negó a formar parte de las milicias paramilitares y perdió su trabajo. Desde entonces, tuvo trabajos que estaban muy por debajo de su capacidad y nunca más pudo obtener un buen empleo.

La juventud en La Habana Vieja estuvo marcada por intentos constantes de conseguir la música y la literatura occidental. “Por solo tener un disco de Los Beatles, algunas revistas... si los vecinos miembros del Comité de la Defensa de la Revolución sabían que estabas escuchando música extranjera, esto podía descalificarte en tu desarrollo escolar y podría perjudicar también a tus padres. Todo eso había que vivirlo de manera clandestina”. Andrés vivía cerca del puerto de La Habana, donde hasta cierto punto era posible comprar discos de contrabando a los marineros. “Les conseguíamos souvenirs, cosas típicas y ellos nos daban discos, nos daban bluejeans. Era una situación que durante los años sesenta nos permitía tener estos discos. Uno se da cuenta de que hay limitaciones. Sin embargo, el bombardeo de la propaganda y la presión social nos llevaron a muchos de nosotros a una simulación. Constantemente había que disimular que uno simpatizaba con la Revolución y todas esas tonterías del socialismo, pero que son tonterías que terminan por ahogarte. Estuvimos siempre muy deseosos de abandonar el país”. Los años setenta fueron de gran afección ideológica a la Unión Soviética. “Hasta cierto punto era bochornoso y humillante. Vivías bajo doble opresión, por un dictador local con todas las características del dictador tropical y vivías además oprimido por un sistema de opresión mundial que era el sistema soviético con unas limitaciones culturales muy grandes”.

Parte del éxodo de Mariel

Con dieciséis años Andrés cumplió el servicio militar obligatorio. “La preparación militar en realidad era mínima. Nos empleaban para hacer trabajos de construcción, cosechas”. Posteriormente entró a la Universidad de La Habana a estudiar Literatura. Sin embargo, no terminó los estudios a causa del poco futuro que veía debido a su falta de militancia dentro de las estructuras comunistas. Trabajó mucho en el sector de las artes plásticas, publicó poesía e incluso ganó un premio oficial. Su gusto por la literatura lo llevó a participar en una red de librerías en las que circulaban los libros censurados. “En esta época, como en todas partes de Cuba, en La Habana no se trabajaba mucho. Es la famosa frase común en todos los estados comunistas: que el Estado finge que te paga y tú finges que trabajas”. En el año 1969 unos conocidos de Andrés salieron a Estados Unidos y regresaron en 1979 cuando se abrió la posibilidad para los exiliados en Miami de visitar Cuba. “Nos dimos cuenta de que en diez años todos ellos habían hecho una carrera, habían ido a Europa, habían corrido todas las aventuras que nos hubiera gustado correr. Y nosotros estábamos estancados en un mundo totalmente estéril. Fue un contacto devastador y nos apartó definitivamente de cualquier posibilidad de comulgar con aquello. Se empezó a generar un gran descontento en la juventud”.

Debido a todo ello, Andrés decidió abandonar la isla por vía marítima cuando se dio la oportunidad de irse a través del puerto Mariel. “Cuando salgo de Cuba en 1980, yo salgo ya convencido de que el comunismo no sirve, de que aquello es una dictadura terrible. Sin embargo, lo que pienso es que a la larga el comunismo iba a ganar porque el año 1980 parecía un momento triunfal. Yo me dije que me iba a Estados Unidos porque es el último lugar adonde van a llegar los comunistas. Había caído Afganistán, había caído Nicaragua, Angola, Etiopía... los comunistas avanzaban en una ola tremenda. Para mucha gente en Cuba era difícil darse cuenta de que había un otro mundo”.

Tengo una gran admiración y gratitud por Estados Unidos

Andrés embarcó en un remolcador junto con unas doscientas personas, entre ellos una gran cantidad de prisioneros y enfermos mentales que Fidel Castro mandaba intencionalmente a Estados Unidos. “A las tres de la tarde se abren unas puertas de unos almacenes que había al fondo del Mariel para dejar salir a los presos comunes y delincuentes, para que vinieran al barco. Yo vi que había unos ojos que miraban el lugar donde yo estaba y yo estaba seguro de que este criminal venía adonde yo estaba. Era un hombre de unos venticinco años, negro, muy grande, muy fuerte, muy feo. Tenía cicatrices de heridas de todos los colores, eran cicatrices tanto recientes como viejas. Sentía su respiración detrás de mi espalda. El movimiento del barco era terrible. Estaba a punto de caer del barco y empecé a vomitar. Los presos empezaron a protestar, a decir que me iban a matar”.

El 20 de mayo de 1980 llegó a Cayo Hueso, Florida. Estuvo un par de meses con su familia y su primer trabajo fue cargar maletas en Miami Beach. De ahí se fue a Puerto Rico, donde empezó a trabajar como periodista. Después de unos cinco años regresó a Miami e inició su carrera de editor en el importante periódico El Miami Herald. En 1998 se fue a trabajar a la revista People en Nueva York y volvió otra vez a Miami para seguir en el Herald. Desde el año 2013 trabaja como director editorial del Canal 41. Sigue escribiendo poesía, publicó dos libros y durante aproximadamente veinte estuvo publicando una columna en El Miami Herald. En la actualidad, escribe también en el diario digital Diario de Cuba. “Tengo una gran admiración y gratitud por Estados Unidos. Este país me ha educado, me ha dado la oportunidad de ser libre, de criar a mis hijos sin tener miedo de que les pueda pasar algo terrible, de que puedan ir a la prisión por algo que digan. Constantemente les digo que ellos dan por cierta una libertad que es muy difícil de ganar en otras partes del mundo. Puedo decir que lo único que lamento es no haberme ido antes. Veo la realidad de Cuba con mucho dolor”. Andrés Reynaldo no piensa en regresar a Cuba antes de que se produzca un cambio y se considera un exiliado político.       

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