The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

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Carmen Julia Mustelier (* 1964)

Siempre tuve el deseo de hacer algo por cambiarlo

  • nació el primero de diciembre de 1964 en la provincia de Matanzas.

  • a finales de los años ochenta empezó a trabajar en la organización Luchadores por la Libertad e Independencia en Cuba, denunciando los crímenes y el maltrato que sufrían los presos políticos.

  • en 1992 fue encarcelada en la prisión de Villa Marista donde pasó casi tres meses en una celda tapiada. Posteriormente, fue sentenciada a nueve años de prisión en la cárcel de Manto Negro.

  • luego de cuatro años de prisión fue liberada gracias a la presión internacional y a la gestión del senador Bill Richardson.

  • actualmente reside en los Estados Unidos adonde logró llevarse también a algunos familiares.

Carmen Julia Mustelier nació el primero de diciembre de 1964 en la provincia de Matanzas, situada al este de la capital cubana. “Desde niña fue muy difícil mi vida en Cuba. Mis padres siempre tuvieron la intención de salir de Cuba porque no estaban de acuerdo con el Gobierno comunista”. Por esta razón y por no ser parte de la organización de los Pioneros, su hermana y ella fueron siempre discriminadas. Su padre era albañil y trabajaba en obras de construcción y su madre era ama de casa y se dedicaba a coser. La familia se trasladó a La Habana cuando Carmen Julia tenía diez años. En 1980, las autoridades cubanas le impidieron a la familia embarcar en un barco por el que iban a salir a Estados Unidos. Desde entonces, Carmen Julia Mustelier no pudo continuar estudiando.

Acusada por “revelación de secretos concernientes a la Seguridad del Estado”

En la segunda mitad de los años ochenta empezó a involucrarse en las denuncias de los crímenes que sufrían los presos políticos en Cuba. “Llegué a presidir la organización Luchadores por la Libertad e Independencia en Cuba”. Sus primeros contactos con este tipo de actividades se produjeron porque uno de sus familiares fue encarcelado en aquella época y ella empezó a visitarlo en la prisión de Combinado del Este. “Primero los ayudaba en la correspondencia y con lo que podía. Después empecé a difundir las noticias y cosas que ellos me daban. Esto fue como en 1989 o 1990. Allí empecé a involucrarme con los movimientos de Derechos Humanos”. Poco tiempo después se dio cuenta de que dentro de las organizaciones había personas infiltradas del Gobierno cubano y trató de alertar sobre ellos y sacarlos de la oposición. El 19 de abril de 1992 cayó presa junto con otros cuatro colaboradores. Fue llevada directamente a la cárcel de la Seguridad del Estado Villa Marista. “Estuve en una celda tapiada con mucha luz de día y noche, con un calor espantoso porque la celda estaba al lado de la cocina y se calentaban mucho las paredes. Estuve allí 83 días sin saber si era de día o de noche. Lo pasé muy mal porque no comía. Me negué a comer aquella comida. Llegué a tal punto que mi falda se me caía”. Todos los días la llamaban a interrogatorios a cualquier hora. “Fueron 83 días muy largos para mí”. El juicio se llevó a cabo en la Corte Militar donde fue acusada por “revelación de secretos concernientes a la Seguridad del Estado”. La sentencia definitiva acabó siendo de nueve años. “Yo tenía veintisiete años y nueve años me parecieron mucho. Lo que prima es la injusticia y la impotencia. Es bien fuerte”.

Ratones, humedad y falta de agua   

La vida en la cárcel era difícil. “Son unos espacios grandes con muchas camas. La convivencia era lo más difícil. No había agua potable. Cuando ponían el agua una vez al día había que envasarla. Muchas veces salía de color ladrillo y había que esperar que eso se quedara en el fondo. Había que bañarse con agua fría de un jarrito; los baños eran un hueco en el piso y por ese hueco salían ratones y cualquier animal; la comida no se podía comer, era horrible. Padecí muchas enfermedades. Lo que más me afectó fue una parálisis facial por la falta de vitaminas y porque no cogía sol suficiente. Había mucha humedad”. Se puede decir que Carmen Julia Mustelier no salía nunca de la prisión porque se negaba a trabajar, puesto que a manera de protesta contra su sentencia se negaba a hacer los trabajos forzados. “No quería serles útil allí, me parecía que era como apoyarlos a ellos y no había ninguna razón para yo estar presa”. Según cuenta, una de las cosas más importantes en la prisión fue la ayuda y el respaldo de algunas de las otras presas, algunas de las cuales murieron en circunstancias muy poco esclarecidas. La relación con las presas comunes variaba mucho según el conocimiento que ellas tuvieran sobre la situación de Cuba. “Siempre me miraban como un bicho raro, pero al mismo tiempo sabían que yo las podía ayudar en algunas situaciones determinadas. Sabían que yo conocía los mecanismos de cómo defenderme, no sólo en la prisión sino también fuera de la prisión. Otras me veían como enemiga… había de todo”. De vez en cuando la ponían junto a las presas más peligrosas para complicarle la vida. “Una presa que estaba en la celda conmigo nunca dormía. Sus ojos estaban siempre abiertos mirándome y era difícil, porque saber que había una persona despierta y que no estaba bien de la mente hacía que uno no pudiera dormir tranquilamente”. Algo que a Carmen Julia la ayudó mucho en la prisión fue la fe cristiana. “Allí yo comprendí que no podía juzgar a nadie, que no soy nadie para venir a juzgar ni a criticar a nadie. Allí empecé a acceder un poco a aquella gente. Hubo algunas con las que se podía entablar una conversación e intercambiar algo”. En lo que se refiere a las visitas en la cárcel, estaba permitido recibir a dos personas cada dos meses.

El último paseo por La Habana

Parece que durante su estadía en la cárcel hubo intentos de ponerla en libertad. “Varias veces me llamaron y me dijeron que yo podía salir a España, como en el año 1995. Pero salía sin la familia, entonces dije que no. Después me dijeron que por Colombia también podía salir. Yo dije que no y ellos decían que yo estaba presa porque quería”. Luego, a finales de 1995 le propusieron irse a Estados Unidos. Aceptó y pese a sus dudas de que efectivamente la dejaran salir al final la liberaron. “El día 8 de febrero de 1996 me llevaron a mi casa. Llegué y tengo un recuerdo muy triste de La Habana. Para mí, una de las calles más lindas de La Habana es la Quinta Avenida de Miramar. Me llevaron en un carro particular y cuando llegué allí estaba la Quinta Avenida completamente oscura. Me llevaron a mi casa en medio de un apagón como para que yo no pudiera ver nada ni nadie. No me pude despedir de nadie fuera de mi familia. Me llevaron a mi casa a buscar mi ropa. Después me regresaron a la prisión otra vez y me dijeron que en estos días en cualquier momento me iba. No sabíamos cuándo nos íbamos a ver con mi familia ni qué iba a pasar”. La salida a Estados Unidos se efectuó en un avión privado pequeño junto con el congresista y senador de Nuevo México, Bill Richardson. “Le dieron una lista de presos que él fue pidiendo y al final quedamos yo y otras dos personas. Era mucha incertidumbre, mucho dolor”.  

Una inexplicable nostalgia

El inicio de la vida en el exilio fue difícil. “No estaba acostumbrada a las personas en las calles”. Sin embargo, pronto empezó a involucrarse en las organizaciones del exilio cubano. Se integró en la Coalición de las Mujeres Cubanas, mandaban medicinas a Cuba y reportaban sobre la persecución de los disidentes en las organizaciones internacionales. Se casó con otro preso político y al cabo de ocho meses en el exilio pudo llevarse a algunos de sus familiares a Estados Unidos. Dio a luz a una hija y empezó a trabajar como costurera. “Es difícil, pero allí vamos ayudándonos unos a otros”. Considera sumamente difícil vivir en el exilio. “A veces nos llega la nostalgia. Hay algo que falta, uno se siente como que si no tuviera raíz, que no pertenece a este lugar. Es difícil de explicar porque yo vivo muchos años aquí, pero uno siente como que le falta algo siempre. Este no es mi lugar. Yo amo Miami y me encantaría seguir viviendo aquí, pero uno siente que necesita estar en los lugares donde uno creció. Yo quiero ir, pero yo quiero ir a una Cuba libre. Sé que Cuba cada día se parece menos a lo que era, pero igual quisiera volver adonde nací”. 

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