“Ya en el mes de mayo de 1961 yo estoy alfabetizando… recientemente había ocurrido lo de Playa Girón… estando allí en la casa de los campesinos, eran buenas personas. Cuando aquello, los campesinos acogían a los alfabetizadores y en esta casa se alfabetizaba a los vecinos de al lado y a las personas que vivían en esta casa. Yo pienso que cada brigadista tenía una experiencia diferente, pero sí hay una similar - el trabajo que se pasó. O sea, algunos pasábamos más trabajo que los otros, porque algunos vecinos tenían más holgura que otros. En la casa donde yo caí, el campesino era leñador, era su único sustento. Tenía hijos que cortaban caña, trabajadores agrícolas que no tenían una adquisición. Les alfabetizaba de noche, cuando venían del trabajo y al final pude alfabetizar a nueve personas, cuatro mayores de la casa y el resto vecinos. En este seno familiar fueron unas personas decentes y muy pobres. Pasé ocho meses en esta casa. Tuve mi disciplina con mi farol, mi farol siempre estaba encendido. Pienso que no mi juventud y ni no experiencia lo hice bastante bien. // Uno concluyó la campaña, se hizo la carta de agradecimiento a Fidel Castro y en diciembre ya estábamos bajando. Nos habilitaron unos carros de caña, pusieron unos techos de guano y abrieron un hueco en el piso de hierro para orinar y defecar y nos trajeron para La Habana.”
“Aparte del mercado paralelo surgieron muchas formas para aliviar la situación de las restricciones que había en Cuba en todos los productos. Surge también el cambio con los países socialistas y se ve una mejoría en las tiendas, la ropa, los pantalones de poliéster en gran cantidad, aquellos pullovers que venía de Polonia o Checoslovaquia… las tiendas empezaron a abastecerse con estos productos. Así también ferretería, venían vasos… lo que hacía falta, porque todo se había perdido, pero también estaba restringido, porque venía por las libretas. Pero sí se dio más facilidad para comprar estos productos. La gente sintió un cierto alivio se iban a casar, comenzaban a hacer hogares. Vino una etapa de mejoría. Además de ello, a algunos trabajadores por los sindicatos les daban facilidad para viajar a los países socialistas. Alemania, Unión Soviética…. También se podían comprar refrigeradores, a los mejores trabajadores se les ofrecían refrigeradores rusos, aire acondicionado y viajar a los países socialistas. Yo estuve en la Unión Soviética en el año 1983, en Moscú, Volgogrado… Así se premiaba a los trabajadores. Había que pagarlo, pero por un precio modesto. Esto se discutía en las asambleas, allí se determinaba. Había un sistema de méritos y los que acumulaban los méritos, se les daba el objeto de necesidad en cuestión. Yo obtuve un refrigerador y un aire acondicionado. Y también me facilitaron… eso fue por los sindicatos a nivel nacional… el viaje a Rusia, porque se decía que Rusia era el mejor país en cuestiones de oftalmología. No era así, no pude ir, pero eso es otra historia. Iba a Moscú dentro del programa del turismo obrero. Estuve en Volgogrado, Leningrado (San Petersburgo) y Kiev, la capital de Ucrania… fue el lugar que más me gustó. Honestamente, cuando entré a Rusia, vi a Cuba. Una cola en invierno y en las caras como extranjero vi el cansancio. Eran grandes tiendas, más grandes que en Cuba. Vi a una rusa muy linda, perfectamente vestida, pero en los pasadizos subterráneos había personas arrodilladas, completamente borrachas, obreros que salían del trabajo y se emborrachaban.”
“Había una efervescencia, muchos veían a Fidel como un Dios, como el salvador... Yo pienso hoy que la población era ignorante, la reflexión la hago hoy, después de 80 años. Nunca se puso en mi casa, pero la gente ponía unas placas de metal en negro y rojo en la puerta de sus casas que decían: ‘Esta es tu casa, Fidel.’ Una plaquita de metal atornillada en las casas, esto se difundió. Los vasos venían con Fidel. Para muchos cubanos pobres, trabajadores humildes, Fidel Castro era una esperanza. Es más, mi hermano más chico nació en febrero 1961. Yo ya tenía 16 años y mi hermana tenía 18 años. Mi hermano nació como fruto de esta efervescencia... Sin embargo, mi padre había construido nuestra casa y se sentía seguro. Decía que este hermano iba a tener una vida mejor. Pensaba que nuestro hermano iba a nacer en un mundo mejor, a pesar de que mi madre no estaba de acuerdo con eso, con su edad ya la molestaba la barriga y sufría con esto...”
Juan del Pilar Goberna Hernández nació el 12 de octubre de 1945 en la ciudad de Matanzas, situada en la costa norte del Cuba, a unos 100 kilómetros de la capital. La historia de su familia incluye a personas que lucharon por la independencia de la isla caribeña a finales del siglo XIX. Juan tenía una hermana mayor y un hermano menor. Sus recuerdos de infancia se extienden hasta el período del gobierno del general Fulgencio Batista, o sea, antes de triunfo de la Revolución Cubana. Proviniendo de una familia simple, Juan iba a una escuela pública que, sin embargo, se caracterizaba por un ambiente siempre limpio y sobre todo respetuoso en lo que se refiere a la relación entre los alumnos y los maestros. A unos dieciséis años empezó a formar parte de la Brigada Conrado Benítez y como tal participó en la campaña de alfabetización de los campesinos cubanos. Recuerda el entusiasmo que se notaba en la sociedad tras el triunfo de la Revolución Cubana. La opinión de Juan se iba transformando con la experiencia de eventos como la zafra de los diez millones y el éxodo por el puerto Mariel. Al mismo tiempo, Juan tuvo la oportunidad de viajar a la Unión Soviética dentro del marco del programa para fomentar el turismo obrero. Después de la caída de la Unión Soviética, Juan extendió sus contactos con los grupos opositores y colaboró por ejemplo con el Proyecto Varela. En el año 2012 sufrió la pérdida de la visión total y tuvo que lidiar con el hostigamiento y abuso por parte de las instituciones estatales que le negaron cualquier forma de ayuda. Basándose en la experiencia decidió fundar la organización independiente Red de Cultura Inclusiva que brinda ayuda a las personas discapacitadas en Cuba.