The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

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Ana María Zubieta (* 1948)

Without political support the memory cannot be enforced

  • Born on 17th November, 1948 in Buenos Aires

  • An author of many books and articles devoted to literary theory and critics, and mainly Argentinian literature of the 20th century

  • at the Philosophical Faculty of the Buenos Aires University she teaches Literary Theory II

  • Also hosted in other Argentinian and foreign universities

  • At the domestic university and Argentinian Southern University she has been leading research projects for many years.

Si entramos en el terreno de las hipótesis, ¿es posible que en Argentina se hubiera desarrollado la literatura de la memoria sin dictadura?

La realidad es que novela de la memoria argentina queda ligada a la última dictadura.

Como dice Andreas Huyssen, el holocausto es un prisma a partir del cual hay que leer otros genocidios, con él nace no solo el aparato teórico de la memoria, sino también el género de la memoria, que siempre trata episodios violentos de la historia como genocidios y regímenes totalitarios.

Pero en Argentina había gobernado toda una serie de juntas militares.

Es verdad, sin embargo, antes de la última dictadura no se hablaba del género de la memoria, no existía como concepto semejante o igual a como lo entendemos en el presente, aunque también hubo memorias atravesadas por lo político, como son los casos de Domingo F. Sarmiento o José María Paz.

La novela de la memoria toma su materia de la historia reciente. ¿Cómo diferenciarla de la novela histórica?

En Argentina ambas han tenido un desarrollo particular. La novela histórica, que es anterior, tomaba personajes reales de la historia poco conocidos o episodios, por ejemplo, los amoríos de un héroe nacional. La novela de la memoria obviamente está también relacionada con la historia, pero tiene que ver con un episodio de la historia concreto, ominoso y violento, que fue la última dictadura militar. Es una especie de ficción que da testimonios de la historia vivida.

Novelas como Villa o El fin de la historia salieron bajo el menemismo, que impuso el indulto, en su momento suscitaron polémicas muy vivas, y posiblemente abrieron el camino a una reflexión posterior. ¿Opina que la prosa de la memoria impactó la conciencia pública?

Tengo mis dudas sobre eso. Creo que entre la fecha de publicación de Villa (1995), que coincide con las declaraciones de los vuelos de la muerte, que servían para hacer desaparecer a los presos, y el 2003, cuando asume Kirchner, este tipo de prosa sí que tuvo su valor. Pero no diría que tuviera una incidencia directa sobre la vida pública como la decisión política tomada por el gobierno de Kirchner; tampoco pienso que la sociedad se haya enterado del fenómeno de la dictadura por la literatura, fue más bien por testimonios, reportajes, documentales o, eventualmente, películas sobre novelas como Kamchatka o Garaje Olimpo. En el caso de la producción cinematográfica la ficción sí que tuvo un valor importante por el medio elegido: es claro que el cine tiene otra llegada, mientras que la literatura de la memoria queda reducida a círculos más pequeños, a la clase más ilustrada e intelectual.

De sus aclaraciones se podría deducir que la decisión política marcó las conciencias incomparablemente más que cualquier tipo de producción periodística o artística.

Claro que sí, sin fuerza política la memoria no se impone. Las conciencias del genocidio y la memoria se concretan si hay una decisión política, si no, hay genocidios que pasan desapercibidos. Mira lo que pasó en Chile, España, Uruguay… ¿Y dónde hay literatura sobre la matanza de tal o tal tribu de indios en América Latina? Este capítulo se olvidó porque no hubo voluntad política que lo sostuviera.

Sin embargo, hay que añadir que la coyuntura política y la literatura no coinciden necesariamente: fíjate que la apertura democrática del 83 y la decisión del Presidente Raúl Alfonsín de juzgar a las Juntas fueron importantísimos, pero desde la apertura democrática en el 83 hasta el 95 prácticamente no hubo producción de novelas sobre la dictadura.

Argentina es uno de los pocos países en los que la política de la memoria forma parte de las prioridades del gobierno. ¿En qué puede servir de modelo el resto del mundo?

El gran ejemplo para el mundo es la justicia que se hizo en Argentina. No se logra instalar una política de la memoria fuerte si no se logra instalar una política de la justicia fuerte.

¿Le afectó la dictadura en su vida personal?

Cuando se produjo el golpe del 76, yo era una joven, me había recibido recién en marzo del 74, y no volví a entrar en la universidad hasta el año 84, cuando me llaman para una cátedra: volví como profesora ayudante a la cátedra de la teoría literaria en la que trabajo hasta hoy. Es importante saber que las cátedras de la teoría literaria fueron fundadas con la democracia, antes no existían, la carrera estaba más ligada a la parte filológica.

¿Se quedó todos esos años en Argentina?

Sí, tenía cuatro hijos, y era muy difícil irse. En marzo del 76 pensaba que aquellos que no habíamos militado en las agrupaciones armadas no íbamos a sufrir ningún riesgo, pero después se mostró no era así.

¿Cómo era la vida cotidiana bajo la dictadura?

Complicada, pero todo el tiempo no estábamos en situación de terror: trabajábamos, criábamos a los chicos, los mandábamos a la escuela… Yo daba clases en una escuela secundaria; fue una linda experiencia, pero totalmente alejada de los círculos académicos.

¿No perdió su contacto con el mundo universitario?

La universidad se trasformó en un aparato ideológico del Estado, entonces no la pisamos hasta la caída del régimen. Ahora algunos dicen que no quizás no debíamos haber hecho eso porque de esta manera les dejamos la universidad al aparato ideológico.

Pero también hubo algo que se llamó universidad paralela o catacumbas, que consistía en reuniones de grupos de estudio en las casas privadas de profesores. Yo me reunía en la casa de la crítica Josefina Ludmer.

¿Tuvo alguna experiencia directa con el aparato represor?

Vivía en las afueras de Buenos Aires en un lugar terrible porque había muchos militares viviendo y también algunos militantes. A la vuelta de mi casa se llevaron un día a una pareja con los dos niños, a los padres los mataron y a los niños se los dieron a los abuelos. Los padres fueron un poco astutos: tenían un niño, ella estaba embarazada, y no se escaparon, ya que esperaron que naciera el niño y volvieron a pasarlo… Mis vecinos me contaron cómo se los llevaban.

A mí me pararon dos veces por la calle, fue muy, muy feo: era de noche, los policías estaban sentados en un Falcon y vestidos de civil, de pronto me pararon y me empezaron a revisar los documentos.

¿Se sabía de la red de los centros clandestinos de detención que se había planteado en el país?

Aproximadamente tres meses después del golpe un amigo mío, abogado y defensor de los presos políticos, me dijo: “Están funcionando campos de concentración en Argentina”. Después de un tiempo ya lo sabían todos.

© Všechna práva vycházejí z práv projektu: Stories of 20th Century

  • Witness story in project Stories of 20th Century (Vít Pokorný)